Hace una semana acudí a la Biblioteca Vasconcelos, entre la variedad de exposiciones hubo una que me llamó la atención, muchos papelitos rosas que colgaban de unos lazos; al acercarme y comenzar a leer, me di cuenta que eran relatos, experiencias de varias personas, en especial de mujeres que han sufrido acoso o algún tipo de violencia. Cuando leía cada tarjeta rosa, me imaginaba cómo era esa mujer, la situación y el valor que había tenido al escribir y compartir algo así. Di muchas vueltas y encontré las tarjetas en blanco; era una invitación a la cual accedí a participar. Fue liberador.
"El Tendedero", una obra de Mónica Mayer, iniciada en los años 70, pensada únicamente para conocer la opinión de la mujeres sobre lo que les molestaba en la Ciudad de México y que poco a poco se fue convirtiendo en una herramienta para expresar las situaciones de acoso y violencia que se viven hoy en día.
El miércoles pasado sufrí acoso, no, no quiero quejarme, ni ser trending topic en Twitter, no quiero verme como víctima y sentirme con miedo, al contrario, quiero compartir la anécdota porque estoy casi segura que es una de las situaciones que vivimos las mujeres TODOS los malditos días. Un hombre en el metrobús (que ilógicamente iba en el vagón destinado para mujeres) iba continuamente viendo mis pechos; al principio lo dejé pasar (pensé, uno más), pero me di cuenta que no se iba a detener, al menos no hasta que uno de los dos se bajara de la unidad. Al paso de 20 minutos soportando las miradas pervertidas y morbosas de este cabrón, me arme de valor y lo miré fijamente a los ojos, le sustuve la mirada por casi un minuto, él descaradamente jugaba con la pieza de su lengua, me lanzó un beso y me sonrió; le devolví la sonrisa con desagrado y de mi boca salió una linda frase : CHINGA TU MADRE, PUTO. Su cara de desconcierto fue maravillosa, se puso nervioso, se dio la vuelta y me dio la espalda. Nerviosa y espantada por lo que acababa de decir, opté por hacer lo mismo y voltearme; un chico (que iba con su novia) se dio cuenta y me preguntó si está bien, le dije que sí y afortunadamente había llegado a la estación en dónde me tenía que bajar.
Sentí mucho coraje, pero también me dio gusto ver su cara de espanto al ver mi reacción, al ver que no me dejé; no les voy a mentir, también me dio miedo pero pudo más mi coraje y enojo.
Sé que algunas de ustedes viven esto cada día y hasta más, palabras ofensivas y denigrantes que no deberían de ser, sé que hay muchos problemas en el mundo pero no debemos minimizar este tipo de acciones, no hay que dejarnos. No soy feminista, estoy muy lejos de serlo, pero sí soy mujer y lo que me pasó el miércoles no quiero que lo viva ninguna amiga, prima, hermana, sobrina, nadie, incluso ninguno de mis amigos hombres. Soy una soñadora que a veces cree que el mundo sería mejor con más amor, tal vez sí, tal vez no, no lo sé, pero sé que debemos amarnos tal y como somos y así con el mismo respeto que nos tenemos a nosotros mismos hay que tratar a los demás.
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